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La era de los hijos e hijas deseados

Miércoles 1ro de septiembre de 2021, por Musa Meliflua

El mes pasado fui a la consulta de ginecología para que me pusiesen un tratamiento para mejorar mis dolores durante la ovulación y la menstruación. La consulta fue bien. La ginecóloga me dio varias pautas que, hasta el momento, me están dando buen resultado. La historia que hoy os cuento, ocurrió cuando la cita había finalizado y yo me disponía a coger el bolso y salir.

- ¿Tienes ya pensado cuándo vas a quedarte embarazada?- la ginecóloga me lazó esta pregunta sin anestesia.
- La verdad es que no…- respondí.
- ¿Cómo que no?, ¿cómo es que no lo has hablado aún con tu pareja?
- Pues porque no nos ha dado por hablar de eso…- respondí con naturalidad.
- Me has dicho que lleváis 12 años ya. Habéis tenido tiempo para planteároslo…- siguió.
- Sí sí, pero… que no ha surgido el tema- Debido a su insistencia, una sensación de opresión en el pecho me invadió.
- ¿Estáis viviendo juntos?, ¿tenéis trabajo?, lleváis 12 años…- la mujer no se cansaba.
- Sí pero esa no es la cuestión… es que ni nos lo hemos planteado- dije tensando todo mi cuerpo. Cuando me siento incómoda aprieto los puños.
- Tienes 31 años ya, ¿cuándo os lo pensáis plantear?, yo recomiendo tener los hijos como tope hasta los 34… Y contando con que encima seguro que querréis tener un segundo hijo…
- Sí sí, me lo plantearé, gracias- dije con medio cuerpo fuera de la consulta.
- Bueno, hasta la próxima.
- Adiós, adiós.

Cuando conseguí al fin salir de la consulta la sensación de opresión se extendió por el estómago y las piernas. Las preguntas inquisidoras de esa mujer, sus argumentos y su insistencia me habían hecho sentir fatal. Quería llorar. Decenas de interrogantes se dispararon en mi mente: ¿Era una mala mujer por no haberme planteado tener hijos?, ¿quizás el problema es que mi pareja no me quiere y por eso no me ha pedido tenerlos?, ¿era yo una egoísta por no quererlos tener? Abracé a mi pareja. Poco a poco me fui relajando.

Hay quien defiende que tenemos hijxs por imperativo biológico, como un animal. Hay quien defiende que los tenemos conforme a lo que se estile en la sociedad en la que vivimos. Hay quien defiende que esa necesidad es individual en cada persona, en cada mente. Desde la sexología se plantea que ningún paradigma por sí sólo es capaz de abarcar toda casuística humana. Por tanto la realidad es bio-psico-social. Esto es: biológica, psicológica y social. Una amalgama de diferentes factores que se mezclan cual cóctel dando como resultado el peculiar ser humano que somos.

Hay algo innegable. En la sociedad actual, el factor último que debería determinar tener un hijo es el deseo. Desear tener un hijo. Y es importante no convertir en una obligación lo que, de hecho, es un deseo. Y no convertir en un problema lo que es un proyecto que se elabora con gusto. Cuando haces algo porque lo deseas te sientes alineada con tus valores y en paz. Hacer las cosas porque toca, por edad, porque la gente que me rodea lo haya hecho, por obligación conlleva desasosiego, confusión…

Este, además, es el argumento estrella de los sexólogos que defendemos el aborto libre y consciente. Puede que lo que tenga en el vientre de X semanas sea una vida. No entramos en esa discusión. Lo que debe hacerte tomar la decisión de si quieres traerlo al mundo o no es si lo deseas.

En palabras del sexólogo Efigenio Amezúa: “Se ha dicho que el mejor regalo que puede hacerse a un hijo/a es que haya sido deseado/a y que, al llegar, se encuentre con que ha sido llamada a la existencia por quienes lo han querido y que estos hayan puesto todos sus medios para que sea bienvenido, cuidado y amado como un proyecto a largo plazo”.

Hacer lo contrario sólo lleva al remordimiento, malestar y que sea más probable que a ese niño/a le espere una vida más infeliz.

No guardo rencor a esa ginecóloga. No la culpo. Soy consciente de que vivo en un país de tradición judeocristiana.

El judeocristianismo ha sido especialista en imponer una moral sexual predicando que “lo natural es hacer el amor con el fin de procrear”. Esto es del todo ridículo. La procreación NO necesita ser impuesta porque responde, como ya he apuntado, a un deseo que tienen muchos seres humanos. La gente no va a dejar de tener descendencia. La especie no se va a extinguir.

Entonces, ¿por qué se empeña esta cultura en presionarnos para que tengamos hijxs? Desde la perspectiva sexológica muchos pensamos que, detrás de esto, hay un objetivo muy claro: desplazar el placer sexual. Este, vuelve a ser un intento histórico de condenar el placer a lo secundario, lo escondido, lo censurable, lo prohibido.

Ahora bien, me pregunto si estos moralistas han conseguido su meta. ¿Han logrado, mediante doctrina y miedo, alejar a la mayoría de la gente del goce de la amatoria? Sinceramente, creo que no. ¿Por qué? ¿Será que somos criaturas hedonistas del principio a fin?

Será sencillamente porque los caminos del placer son inescrutables.