Portada del sitio > DE PUTERIAS Y OTRAS MONADAS > EL RICÓN DE NICO

EL RICÓN DE NICO

Septiembre 2012

Miércoles 1ro de septiembre de 2021, por Nico Pereyra

Esta vez, nuestras compis nos comparten experiencias sobre hombres que prefieren ser sometidos. Ese es, para los que no están familiarizados con el mundillo, uno de los por qué existimos más importantes: Que no, gente! No a todo el mundo le enloquece solo el misionero y el perrito. Y cuando hay fantasías de este calado y no hay con quien llevarlas a cabo, mejor recurrir a una profesional, que como aquí se cuenta, hay quienes también se especializan en ello.
Aunque bueno, puede que no siempre salga muy bien…

EL CLIENTE PESA´O

Durante un tiempo, cuando tenía unos veinte años, estuve trabajando con una compañera trans: muy chica, menos “la colita”. Trabajábamos juntas y nos desplazábamos a un piso cerca de la playa, Un día nos llamó un cliente que quería que le hiciéramos un servicio tipo sado. Nosotras nos parecíamos mucho, somos rubias y mediamos casi 1.80 ambas. El señor quería que nosotras le violáramos a él: teníamos que atarlo, golpearlo, amordazarlo y ya una vez sometido, darle la vuelta para obligarlo. El tema es que el señor era más alto que nosotras y encima gordo!! Total que empezamos la sesión, lo insultamos, le atamos los brazos, las piernas, bien liado para que no se pudiera mover. Estaba boca abajo, y teníamos que darle la vuelta. Y qué paso?, pues que cuando estaba bien atadito y tuvimos que girarlo, pues no podíamos, porque el al ser tan gordo, aun y que nosotras éramos grandes y fuertes, no había manera; de un lado, del otro, entre las dos... A mi compañera entonces, empezó a ganarle la risa, pero claro, conteniendo delante del cliente, y yo también, pero no podíamos reírnos para que no se ofendiera el señor. Total que cuando por fin pudimos darle la vueta, había que sujetarlo, y obligarlo, él lloraba, pero con tanta risa callada, al final a mi compi pues “la colita” no se le puso en marcha, empecé a reírme yo y total que el servicio fue un rotundo fracaso.
El señor, bueno, super majo, imagínate, nos pidió que le devolviéramos una parte del dinero, y lo hicimos. Buen rollo, ya ves. Terminó ofreciéndose a llevarnos con él a la ciudad para que no tuviéramos que volver en autobús. Así que todo comenzó super serio con fuerza y palabrotas: las malas violadoras nosotras… y terminó de chapuza, todos tan amigos de vuelta a casa y en su coche, jajaja.

Andrea, 56 años

LA PUTA AMA

Por qué soy dómina
Hace algunos años, trabajaba para una agencia de Sugar Daddys en la cual el promotor se encargaba de empatarme con hombres maduros y solventes que deseaban un encuentro con una mujer trans por primera vez. Era muy cómodo, divertido y excitante para mí: encuentros encantadores en los que yo disfrutaba muchísimo, sobre todo los preámbulos, ya que la cita siempre comenzaba con una cena en algún restaurante pijo o algún hotel para ejecutivos. Tenía que llegar preciosa y femenina, vestida como el sugar daddy lo solicitara.
Esa vez me llevó a un restaurante petit de comida italiana. Las mesas eran pequeñitas así que la cercanía con mi sugar era milimétrica: recuerdo que la mesa estaba cubierta con un mantel que tocaba el suelo, detalle que me parecía encantador y muy morboso. Normalmente la cena era para conocernos y se me entregaba un sobre con dinero si nuestro encuentro terminaba ahí. Pero si decidíamos continuar, recibía un segundo sobre con una cantidad mayor y a partir de esa primera vez entre las sábanas decidíamos si tendríamos algún arreglo mensual.
Esta vez mi Sugar daddy era un hombre de 45 años con algunas arrugas marcadas en la cara, guapetón, delgado, de un sofisticado sumamente encantador y con un morbo brutal. Mantuvimos una plática súper amena endulzada con algunas travesuras: aprovechando lo largo del mantel mi dad me pedía deslizar mi pie en su entrepierna de vez en cuando y algunas veces tocarlo con la mano. No me excitaba, pero me gustaba hacerlo. También el metía su mano bajo mi vestido y estaba tan ardiente aquel hombre que ya no soportó llegar al postre y dijo “vámonos ya que no puedo controlar esta excitación”. “Maldita sea!” pensé yo, porque mi parte preferida de la cena es el postre, jajaj.
Rumbo al hotel me iba contando que le gustaba ser sometido y tratado como sumiso, no maltratado físicamente, pero obligado a dar placer: ya mi promotor me había comentado que tenía este tipo de gustos, para mÍ extravagantes en ese momento y completamente desconocidos.
Yo era una chica encantadora, un tanto manipuladora y muy seductora, pero servil y delicada, así que estaba nerviosa porque no sabía ni como empezar. Ya en el hotel, saqué mis juguetitos, él se desnudó totalmente y comenzó a dirigirme sobre como dominarlo. Y recuerdo las palabras que le dieron un total giro a mi vida en este mundillo del placer sexual: “mi cuerpo es suyo, ama, haga con él lo que quiera, que está para darle placer. Y si no se lo proporciono por favor castígueme tan duro como prefiera!” Oír esas palabras y sentir brevemente el poder que ejercía en ese hombre me gustó y me dio un placer que no surgía del deseo carnal, sino más bien, un placer mental que recorría todo mi cuerpo. Ese hombre, además, era muy masoquista: si bajaba su erección, yo lo azotaba bien fuerte y él volvía a ponerse. Al final, las otras palabras que me marcaron fueron: “Perdóneme ama, me voy a correr"
Ese hombre que se sometió totalmente a mis caprichos, una vez que llegó al orgasmo, salió de su rol de sumiso y volvió a ser el hombre caballeroso de la cena. Me llevó a mi departamento y yo descubrí que convertirme en domina y someter a todos los hombres de ahora en adelante, era lo mío. Desde entonces soy Dominatrix y conseguir solo el placer carnal pasó a un segundo plano; ahora estoy plenamente empoderada me siento en control de mis circunstancias y sobre todo de mi sexualidad y de cómo y con quién ejercerla.

Miss Kate D´Borgia, 31 años.